El izquierdista Gabriel Boric es a sus 36 años el presidente más joven de Chile y llega al poder con una retórica feminista, ecologista, de códigos milenial y moderada, en un país que busca un nuevo pacto social.
Ávido lector, fanático de la poesía en el país de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, no titubea para defender en sus redes sociales a la estrella mundial del pop Taylor Swift, ni hablar del futuro del planeta y de la justicia social con el expresidente uruguayo José «Pepe» Mujica.
«Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba», expresó en julio del año pasado cuando fue proclamado como candidato presidencial en la agrupación Apruebo Dignidad junto al Partido Comunista. Desde entonces, su discurso se atenuó.
«No tenemos un único modelo» a seguir, dijo a la AFP antes de la primera vuelta presidencial en noviembre. Sus referencias de bienestar social pasan por los países escandinavos, Uruguay o Nueva Zelanda.
Boric se desmarcó de líderes de la izquierda latinoamericana que la defienden desde el dogma y puso distancia con gobiernos bolivarianos.
«Venezuela es una experiencia que ha fracasado y la principal demostración son los seis millones de venezolanos en diáspora», dijo en enero. También repudió la invasión rusa de Ucrania y la represión de opositores en Nicaragua.
En esa línea invitó a su toma de posesión a los escritores nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Belli, al candidato presidencial de Colombia Gustavo Petro y a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Cuando se quita el traje de político, es un estudiante cualquiera que sale con su novia, Irina Karamanos, y amigos a tomar unas cervezas o comer su sándwich preferido, con una camiseta de lema combativo, bermudas y botines que le dan un aire rockero a este fanático de la banda de metal Tool.
Así recuerda al joven barbudo y despeinado que lideró la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y que en 2014, cuando tenía 27 años, asumió un primer mandato como diputado.